Por David Salinas
Este fin de semana jugará América contra Pumas y es inevitable que pasen por mi cabeza los recuerdos que tengo sobre este partido, sobre todo porque es una rivalidad que llevo desde pequeño y que me ha dejado memorias imborrables, momentos buenos, momentos malos; que lo único que han hecho es alimentar mi pasión por el futbol y claro, por Pumas.
Desde pequeño me gustaron los deportes, sin embargo, el futbol siempre es – y ha sido – mi más grande pasión; incluso uno de mis primeros recuerdos en un estadio fue en un partido de Selección Nacional de México ante Jamaica en eliminatorias para el Mundial de Francia 1998. Era apenas un pequeño de seis o siete años. México goleó y salí como el niño más feliz del mundo porque conocí el Estadio Azteca y vi a la Selección ganar.
Sin embargo, el Estadio Azteca no había terminado conmigo. Mi segundo recuerdo en un estadio de futbol fue en un partido de América contra Pumas, yo no rebasaba los 10 u once años. Mi hermano mayor junto con varios amigos suyos que apoyaban a Club Universidad Nacional fueron los encargados de llevarme a vivir mi primer clásico capitalino.
Desafortunadamente, perdimos 2 a 1, dirigidos por la pareja Garay-Servín. Recuerdo que Pumas peleó con todo y aun así no pudo vencer a un América plagado de figuras y la rivalidad dentro de mí empezaba a crecer. Al terminar y saliendo del partido se armó una pequeña bronca afuera de las gradas y mi hermano me escondió en uno de los baños del estadio para que no me pasara nada. Ahí comencé a entender de lo que se trataba esta rivalidad: de garra, intensidad, amor por los colores, orgullo. ¡PASIÓN!
Avancemos en el tiempo y situémonos en el torneo Apertura 2003; en esa ocasión fui al estadio Olímpico Universitario en un partido de miércoles por la noche acompañado por mi papá. Fue un encuentro espectacular, 4-3 el marcador final ante el América de Leo Beenhakker y Club Universidad Nacional dirigidos por Hugo Sánchez. Pumas tomó la ventaja de 3 a 0, uno de ellos fue el primer gol en México de un tal Darío Verón, en el segundo tiempo fuimos alcanzados por América; pensé que una vez más saldría del estadio con un dolor en el estómago por no haber podido ganarle América ¡y en casa! De verdad estaba a punto de llorar una eminente decepción. Sin embargo, en el último minuto, hubo un desborde por la banda, Ailton da Silva centró y Francisco Fonseca, nuestro Kikín, se lanzó de palomita para marcar el cuarto gol y quedarnos con el triunfo. Esa noche lloré, pero de alegría, y eso es lo que genera la rivalidad ante América, eso es lo que genera esta rivalidad.
Y como esas, puedo recordar un sinfín de anécdotas de lo que he podido vivir en el estadio en un América vs Pumas. Por ejemplo, las últimas dos veces que fui al estadio a ver este partido, fue acompañado de mi esposa, pudiendo compartir una de mis más grandes pasiones con ella.
No importa si los medios de comunicación saquen siempre la misma encuesta: ¿Es América vs Pumas un clásico? porque pueden darle la etiqueta que quieran, pero un América contra Pumas sí es diferente, y es porque la afición así lo ha hecho. Tengo amigos y compañeros que me han dicho «me duele más perder contra Pumas que contra Chivas», habrá muchos americanistas que no lo vivan así, pero que algunos así lo sientan, hace que este encuentro sea especial y uno de los marcados en cada torneo por los medios, los equipos y sobre todo la afición.
Es una lástima que la pandemia nos entregue un América contra Pumas sin público y más en el Estadio Azteca. Ahí donde los Goyas retumban, los chiflidos intentando callarlo se intensifican, las aficiones conviven codo a codo viviendo el partido, todo eso hace que la atmósfera sea inmejorable.
Es una lástima porque esta rivalidad nació de la afición, del orgullo de cada parte por no querer perder este partido, de no querer salir con la derrota del estadio, de no querer ver que tu rival te supere y que tus amigos del otro bando te lo canten en la cara. Este es el clásico de la gente y esa gente hará mucha falta en el Estadio Azteca este sábado.